DEDICADO a TODA MI FAMILIA, en especial a MIS ABUELITOS CRIS Y TOÑO y a mi HERMANITO DIEGO. Iago.

Y llega la Navidad...

Y llega la navidad y como todos los años, cambio mis gorras por gorros de Papá Noel. Y a mis 16 años, lo pongo en la cabeza e incluso me permito el lujo de saludar a las adolescentes como yo, que me cruzo todos los días de camino a la parada del bus, a unos metros del Instituto. Y todos, chicas y chicos me devuelven el saludo. Gracias gente! 3 de diciembre, día de la discapacidad.

Adolescente con autismo y la familia en la red social

Sí, soy un adolescente y sí, no hablo, pero me comunico muy bien.
Estoy pasando por los cambios típicos de todo adolescente y mi madre es una mamá actual como todas las mamas de ahora de 40 y tantos. Y como ella y todas las demás y algún papá, está en la redes sociales.
Pues bien, mi mami se ha dado cuenta de una cosa: todos los que por aquel entonces año 2008 se metieron en las redes sociales en el entorno del autismo ahora tienen niños adolescentes o pre adolescentes.
-Pero estamos casi mudos observando a las juventudes que entran con fuerza y casi pasamos desapercibidos! O bien estamos cansados, o bien sentimos pudor, o bien no sabemos cómo afrontar esta nueva etapa social.-
Nadie mejor que mi mami sabe lo que siento, lo que me gusta, lo que necesito, lo que soy y lo que quiero mostrar. Así que mami ¡adelante!

Y llegamos a la adolescencia

Me pongo guapo (mi mami me afeita), llevo ropa de adolescente, y más cosillas que os iré contando. Ya cumplí 16 añazos.

Y... otra vez el verde, como los ojos de Iago

Mientras caminábamos por aquel sendero pedregoso no dejaba de compararlo con los avatares de la vida… la dificultad de una ruta de alta montaña nos retaba a lograrlo y el verde del paisaje nos recordaba tanto a nuestra tierra que olvidabas que los glaciares abandonaron estos lugares hace menos tiempo del que pensamos. Entonces como la vida misma nada nos haría retroceder ¡adelante!
Nuestros ojos eran ahora  los que daban las órdenes a nuestro cerebro, a nuestras piernas. Nuestros ojos lo escudriñaban todo  en una y otra dirección, atentos como los de un gato vigilando y reflejándose en ellos el verde del paisaje… otra vez el verde.

Y por fin ante nuestros ojos los dos lagos. Sin palabras, solo podía mirarlos solo mis ojos eran capaces de mandar a mi cerebro tales sensaciones la calma de sus aguas esa profundidad insondable y otra vez el verde… como los ojos de Iago.
Abuela Cris